La otra verdad, Alda Merini


Queridos lectores,

Hoy querría compartir con vosotros la lectura ‘’La otra verdad’’, de la poeta Alda Merini (Milán, 1931-2009). Hablamos de una obra autobiográfica escrita en bajo una condición testimonial. La bipolaridad que sufrió durante su vida se refleja en su obra: “Me había construido una idea muy dulce, aquella de sentirme una flor que crecía en una franja de terreno desierto”.  

La obra resume los acontecimientos más significativos de las sucesivas estancias de la autora en el manicomio. Es el punto de vista de una mujer en una Italia en la que todavía no eran muchas las voces femeninas a nivel literario; es un punto de vista de artista que puede representar los hechos con detalles que llegan directamente al corazón de los lectores y de las lectoras. Alda Merini cuenta cómo se consigue construir algo cuando no hay nada, o, dicho en otras palabras, cuando se vive una situación de dolor, silencio y soledad, sensaciones propias de los internos y de las internas en los manicomios.

El surgimiento de la medicina mental solo puede entenderse en este marco de comprender las conductas, por el recurso sistemático a instituciones para la asimilación de poblaciones especiales. La vida en el manicomio facilita la degradación de su cuerpo, hay un proceso de deshumanización en los sistemas del manicomio.  La autora define la institución como un monstruo que le hace perder su feminidad, el simple hecho de estar internada hace que obligatoriamente pierdas tu individualidad. El manicomio está dentro y fuera de la propia institución. De hecho, la propia institución contribuye a vigorizar tales estigmas y estereotipos, convirtiendo la enfermedad en un espectáculo de feria que sirve de modelo lúdico y educativo para aquellos deseosos de morbo y sangre.

En cuanto al estigma, el hecho de haber pasado por un manicomio deja huella, no es una buena carta de presentación. La gente no ve capaz de reinserción. No creen que exista la recuperación. Incluso la familia pone cargas contra la autora. El estigma es un prejuicio social, que atribuye a la persona con enfermedad mental cualidades como la agresividad, la falta de cordura, etc. falsos estereotipos que las convierten, a ojos de la sociedad, en personas peligrosas que mejor deben estar recluidas, lo cual provoca su aislamiento.

‘’El hombre es socialmente malvado, un sujeto malvado. Y cuando encuentra una tórtola, cualquiera que habla demasiado lento, alguien que llora; le echa encima sus propias culpas y, así, nacen los locos. Porque la locura, amigos míos, no existe. Existe solo en los reflejos oníricos del sonido y en aquel terror que todos tenemos, arraigado, de perder nuestra razón.’’

La obra ''Ciudadanos y Locos: Historia social de la psiquiatría'' de Klaus Dèorner, refleja aspectos de la obra de Merini, como es el campo de la psiquiatría. La psiquiatría surge por una necesidad puramente de organización social, para hacer clasificaciones. La existencia misma de los manicomios hace que podamos reconocernos a nosotros mismos como cuerdos, y tachar a los que están dentro de ‘’locos’’.

Merini llegó al manicomio, afirma, sin estar loca; el fracaso de matrimonio hizo que tras una crisis su marido la condujese directamente al psiquiátrico “creo que enloquecí en el mismo momento en que me di cuenta de haber entrado en un laberinto del cual tendría muchas dificultades para poder salir”. A partir de ahí surge la obra, que bajo un tono poético relata una vida de internamiento con escenas a medio camino entre el Dante de Doré y el Goya de Casa de locos. Pero también, un ensayo sobre la débil frontera entre lo que llamamos cordura y lo que aceptamos como locura y, en definitiva, sobre lo que asumimos como “normal” y lo que desechamos por escapar a esa normalidad. Atada, acribillada a inyecciones, gritando, Merini dice que no pedía más que entrar al mundo al cual pertenecía.

Por otro lado, cabe destacar que en la obra abundan las referencias a la religión católica:  

 “El alma se enrarecía cada día. Pues me volvía más espiritual, y desde aquella inmensa ventana, desde aquel gran tragaluz que iluminaba la sala, solía ver el descenso de los ángeles. Cuando se lo conté al médico, me dio una fuerte dosis de Haloperidol para las alucinaciones”, escribe en un paso de La otra verdad.

 “Me ataron las manos y los pies y en aquel preciso momento viví la pasión de Cristo”.

 “Cristiana soy mas no recuerdo
dónde y cuándo entró en mi corazón
 todo este paganismo que vivo”.

La singularidad extrema de la obra de Alda Merini reside en esa capacidad de llevar al papel su vida, dotando a la palabra de una intensidad que convierte cada poema en una oración, como vía de escape. Al final, pretende hacernos saber que el mayor trauma al que nos enfrentamos es el mero trauma de nacer, condenados a una vida en la que el dolor nos justifica y el placer nos salva sólo un instante, pues ya sabemos lo que hay al final de la vida. Finaliza afirmando que la locura no existe, tan sólo existe el miedo a perder la cordura. No puede existir la locura si la realidad es aquello que percibimos por los sentidos, y por tanto nosotros somos la única realidad posible.



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